miércoles, 29 de mayo de 2013

FRASES SOBRE LA FORMACIÓN EN LAS ORGANIZACIONES.

Dado que he participado en muchos procesos formativos, he estado reflexionando sobre la formación y sus efectos en las organizaciones. Todo ello, me ha llevado a pensar en algunas frases que quiero compartir:

  • La formación para las personas es como el agua para las semillas, si no llega regularmente, estas terminan por consumirse y no dar frutos.

  • Si la dirección de una organización no cree en la formación y no la difunde entre su personal, nada interesante ocurrirá en la empresa.

  • Sin formación no hay futuro prometedor para las organizaciones.

  • Los conocimientos técnicos son importantes para mejorar, pero la formación personal es imprescindible para transcender.

  • La formación puede parecer cara e innecesaria, pero con el tiempo lo que resultará caro  y terminamos lamentando, es la falta de preparación.

  • Con el tiempo, lo que determinará el éxito o el fracaso de una organización es la formación humanista de las personas que la integran.
Juan Carlos Maestro Arcos.

El directivo distémico: “Una amenaza para la empresa”

La Revista Capital Humano ha publicado en la edición del mes de mayo de 2011 un articulo mio titulado El Directivo Distémico: "Una amenaza para la empresa".
Si quieres leer el articulo en la revista, pincha aquí.
Espero que lo disfrutes y te de una nueva visión de algunos directivos, es posible que incluso te hayas encontrado con alguno de ellos.
Aqui comparto el articulo completo
 
EL DIRECTIVO DISTÉMICO: «Una amenaza para la empresa»

¿Existe el directivo distémico? El directivo distémico puede compararse a las meigas o bruxas gallegas, las cuales, aun no existiendo, se dice que  «haberlas hailas, pero é difícil pillailas».
Hasta ahora nadie ha hablado de los directivos distémicos. Cuando hacemos una búsqueda en internet en cualquier buscador, no aparece ninguna referencia, es como si estuvieran escondidos; sin embargo, si extrapolamos un cálculo de correspondencia, podemos decir que aproximadamente el 10% de los directivos actuales podrían estar afectados por el virus de la distemia (también conocida por distimia).
Es probable que a partir de ahora sea más fácil identificarlos y sacarlos a la luz, ya que cuanto más sepamos de ellos mejor será para nuestras empresas.
Lo peor de los directivos distémicos (DD) es que son invisibles. La mayoría de ellos ni siquiera saben que lo son, aunque, por sus actuaciones, pueden llegar a ser devastadores tanto para las personas que los rodean como para las organizaciones en las que trabajan.
Los DD sufren una discapacidad psicológica que puede llegar a ser catastrófica para la organización, siendo mucho más común de lo que la mayoría nos imaginamos. Este problema suele ser producido por algún/os trauma/s producidos en el pasado (especialmente en la infancia) y que no han sido superados, provocando en la actualidad una incapacidad para reconocer y manejar las propias emociones y, por lo tanto, para manejar y gestionar las emociones de los demás.
Todos estos traumas vienen acompañados de una gran sensación de vergüenza, ahogando e impidiendo manifestar sus emociones tanto positivas como negativas, pues consideran, o mejor dicho, han aprendido que la exteriorización de sus emociones es un acto de debilidad, por lo que terminan por reprimirlas y anularlas.
Aquellos que han estudiado algo sobre las emociones saben que el no canalizar adecuadamente una emoción tiene unas consecuencias, pues necesitan ser gestionadas adecuadamente. En el caso concreto de los DD, en el fondo sienten una gran inseguridad personal, tanto en la vida personal como profesional. Uno de los signos visibles es su falta de alegría, generándoles una gran infelicidad personal sin saber bien por qué; a su vez son propensos a caer en depresiones cada vez más profundas.
Pero, ¿por qué se sienten infelices? Se sienten infelices porque la vida trata de sentimientos. Vivir es sentir, por eso los DD terminan con la sensación de no estar viviendo plenamente. En cierta manera se sienten como los muertos vivientes de las películas de terror: al principio sus primeros desenlaces como responsables directivos los achacan a la mala suerte, a las circunstancias inadecuadas, pero a medida que la mayoría de sus experiencias son frustrantes, se apodera de ellos la sensación de fracaso, de infelicidad y, antes de que se den cuenta, se encuentran en un aislamiento social aparentemente inexplicable que golpea a las puertas de la depresión.
Los DD suelen tener una ventaja para la empresa y es que, para evadir su realidad, necesitan crear un distanciamiento emocional que sea real y que parezca inteligente, de ahí que suelan crear refugios que les protejan. En muchas ocasiones esta protección ese manifiesta en forma de «adicción al trabajo», aspecto que, como es lógico, es muy valorado por las empresas.
Los directivos afectados por la distemia son incapaces de reconocer que ellos mismos son su principal enemigo, culpando siempre a los subordinados de los malos resultados y de las malas operaciones empresariales.
La principal amenaza de los DD para la empresa es que son incapaces de convertirse en líderes y, por lo tanto, de crear equipos compactos y unidos. Todo ello viene como consecuencia de no poder crear una armonía social entre los miembros de su equipo, situación imprescindible para que la empresa produzca con eficacia.  Este escenario les lleva a actuar como  «llaneros solitarios», dominados exclusivamente por el lado racional y generando con el tiempo un clima laboral tenso y crispado.
Otro de los síntomas que suele afectar a los DD es que viven en el futuro, pues allí no hay implicación emocional, evitando una vez más que las emociones del presente les acorralen. Por ese motivo no luchan por arreglar los conflictos, ya sean personales o laborales. Cuando ven que la situación es comprometida suelen abandonar, lo que les lleva a estar cambiando continuamente de pareja, amistades, departamento o trabajo.
Los DD son enfermos psicológicos difíciles de sanar por varias razones Primero porque no reconocen su propia enfermedad y segundo porque reconocerlas sería enfrentarse directamente a sus propios fantasmas y traumas del pasado, siendo la cicatrización de las heridas un poco dolorosa. En cualquier caso necesitan ayuda psicológica para salir de esta situación y, si son capaces de poner de su parte, podrán s superar este trauma.
No siempre resulta fácil, ni siquiera para los especialistas, detectar la distemia o el descontento crónico dado que no siempre se detectan las causas. Sin embargo, cuanto antes se solicite ayuda, mucho mejor, pues el futuro para ellos es  cada vez más desolador.
Las empresas, en un principio, suelen valorar de forma especial a este tipo de directivos por diferentes motivos: en primer lugar porque al haber aislado el lado emocional suelen tener muy desarrollado el lado racional, situación esta que suele estar muy bien valorada por el mundo empresarial, dado que imprime un carácter muy intelectual; en segundo lugar también los DD reconocen de forma especial su adicción al trabajo, aunque para ellos sea como una válvula de escape, y como consecuencia suelen ser un punto de referencia en la organización; y, por último, se les estima porque, al vivir en el futuro, siempre tienen planes y proyectos que los alejan de la realidad emocional del presente, lo que genera un cierto entusiasmo en sus superiores.
A pesar de todas estas ventajas, mi opinión es que a medio y largo plazo son una gran amenaza para la empresa. En muchas ocasiones son como el caballo de Atila, que «allí por donde pasa termina por no volver a crecer la hierba». En este sentido terminan por destruir los ambientes laborales, el trabajo en equipo y la armonía social que puede haber en la empresa. Por otra parte, como suelen tener su lado racional e intelectual muy desarrollado, suelen vender con bastante facilidad ante sus superiores que la culpa de los problemas siempre es de los demás o de las circunstancias, por lo que suelen salir indemnes en muchas situaciones comprometidas.
Artículo inspirado por el libro: ¿Por qué no encuentro sentido  a mi vida?
Autor: Alan Downs (Doctor en Psicología de la Universidad de Nebraska

Juan Carlos Maestro Arcos