Artículo publicado en el Diario Sur (Domingo 21 de junio de 2009)
Hoy en día vivimos en un momento en el que se han puesto de moda términos como “atraer el talento”, “gestionar el talento” o “fidelizar el talento”. Parece que desde hace unos años no podemos hacer nada en nuestras organizaciones si no hay talento. Es como si éste hubiese emergido de las profundidades o abismos de los mares para aparecer en los escenarios de las organizaciones y convertirse en la estrella del firmamento.
En muchas ocasiones, “el talento está sobrevalorado”Sin lugar a dudas, hay personas que gozan de unas características especiales, únicas e indiscutibles y, con ello, de un gran valor, lo que les permite hacer, ver o crear donde una gran mayoría no podría. Sin embargo, en muchas ocasiones, “el talento está sobrevalorado”, pues la posesión de algún aspecto sobresaliente para realizar algún que otro quehacer no los faculta en otras áreas que sí son imprescindibles, como la motivación, el querer hacer, la integración dentro de un equipo, la capacidad para empatizar con los demás o incluso el tener autocontrol de las propias emociones.
El talento individual a veces puede ser un auténtico cóctel molotov cuando éste actúa en la organización como un “llanero solitario”El talento individual a veces puede ser un auténtico cóctel molotov cuando éste actúa en la organización como un “llanero solitario” y, en muchas ocasiones así ocurre, se podría alcanzar situaciones contraproducentes y comprometidas, a no ser que se consiga que ese gran talento se ponga al servicio del equipo y de la empresa.
Por eso, puedo asegurar que el talento por sí solo es insuficiente e incluso con connotaciones negativas, pues puede llegar a generar malestar dentro del clima organizativo si éste no va acompañado de otros aspectos emocionales más vitales e imprescindibles.
Este hecho se ve gráficamente en los grandes equipos de fútbol, donde jugadores con grandes aptitudes y habilidades no son capaces de sincronizarse entre sí, consiguiendo ser derrotados por equipos inferiores aunque con una mayor colaboración de todos sus jugadores.
La organización deberá plantearse seriamente si desea apostar por individuos con un gran talento personal pero con dificultades para interactuar y generar dinámicas de interdependencia, o por el contrario, por personas ordinarias con capacidad para sincronizar y aunar sus energías y conseguir acciones extraordinarias.
El poder colectivo supera con creces al poder individual.Es muy común que las personas que gozan de talento tengan un gran coeficiente de inteligencia, lo que las hace en más de una ocasión exclusivas, pero puede ocurrir que a veces tengan dificultades para integrarse dentro de la dinámica y de la disciplina del trabajo en equipo, lo cual les reporta animadversión y exclusiones dentro del círculo de personas con las que se interrelacionan.
Si bien todos conocemos a personas con un talento especial y extraordinario, el que suscribe apuesta por el espíritu de colaboración y cooperación. Creo sin lugar a dudas en la sinergia y en la máxima de que el poder colectivo supera con creces al poder individual. Son muchas las personas que han llegado a organizaciones con expectativas normales y que, tras integrarse e involucrarse, han sido capaces de sobresalir y de dar lo mejor de ellas. Todos tenemos en el fondo un gran talento y, aunque en muchas ocasiones éste permanece oculto durante un tiempo, lo cierto es que está aguardando en el interior para aflorar si se dan las circunstancias adecuadas.
Son muchas las organizaciones y empresas de cazatalentos que tienen el objetivo de encontrar a esa persona mágica que goce de un talento especial (y sin duda las hay) y que sea capaz de transformar y modificar la organización con su varita mágica.
Los grandes depredadores de la sabana africana no son los guepardos, animales dotados de una habilidad especial para la carrera superando los 110km cuyo grado de eficacia en la caza no supera el 30%; hay otros colectivos, como los perros salvajes, cuyo nivel de eficiencia supera el 80%. En la empresa, en muchas ocasiones nos quedamos sorprendidos y anonadados por la velocidad de los guepardos sin pararnos a pensar que su eficacia es pobre cuando actúa en solitario, dejando de valorar a otras personas que, a pesar de que no corren demasiado y de que sus garras no son mortales, cuentan con una auténtica fortaleza: la cooperación y la sinergia de sus fuerzas.
En muchas ocasiones en las organizaciones que crean talento aislado se crean pequeños reinos de taifas donde no se es capaz de derrumbar las murallas, provocando la incomunicación y el aislamiento.A veces me genera cierta tristeza cuando oigo hablar del talento personal en las organizaciones, no porque no crea en él (tengo grandes amigos con enormes capacidades), sino porque parece que sólo le ponemos énfasis a aspectos individuales e individualistas y restándole importancia a las sinergias que se pueden crear con el trabajo cooperativo, olvidándonos o quejándonos posteriormente cuando el equipo no funciona bien. En muchas ocasiones en las organizaciones que crean talento aislado se crean pequeños reinos de taifas donde no se es capaz de derrumbar las murallas, provocando la incomunicación y el aislamiento.
Con todo ello quiero manifestar que sí creo en el talento, pero en el talento cooperativo e integrador, en ése que es capaz de ponerse al servicio de los demás, en el talento colaborador que es capaz de generar sinergias positivas dentro de la organización. Buscarlo, desarrollarlo y potenciarlo es, sin lugar a dudas, una responsabilidad de todos.
Juan Carlos Maestro
Autor del libro Regálate Liderazgo
jueves, 27 de agosto de 2009
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