En estas fechas recibo mucha informacion referente al Talento, eso me ha hecho reflexionar sobre el articulo que publique en el diario Sur, al leerlo de nuevo, creo que sigue estando de actualidad.
Espero que compartas estas ideas y te guste el articulo
Hoy en día vivimos
en un momento en el que se han puesto de moda términos como “atraer el
talento”, “gestionar el talento” o “fidelizar el talento”. Parece que desde hace unos años no podemos
hacer nada en nuestras organizaciones si no hay talento. Es como si éste
hubiese emergido de las profundidades o abismos de los mares para aparecer en
los escenarios de las organizaciones y convertirse en la estrella del
firmamento.
Sin lugar a dudas, hay personas que gozan de unas características
especiales, únicas e indiscutibles y, con ello, de un gran valor, lo que les permite
hacer, ver o crear donde una gran mayoría no podría. Sin embargo, en muchas ocasiones, “el talento está
sobrevalorado”, pues la posesión de algún aspecto sobresaliente para
realizar algún que otro quehacer no los faculta en otras áreas que sí son
imprescindibles, como la motivación, el querer hacer, la integración dentro de
un equipo, la capacidad para empatizar con los demás o incluso el tener
autocontrol de las propias emociones.
El talento individual a veces
puede ser un auténtico cóctel molotov cuando éste actúa en la organización como
un “llanero solitario” y, en muchas ocasiones así ocurre, se podría alcanzar situaciones
contraproducentes y comprometidas, a no ser que se consiga que ese gran talento
se ponga al servicio del equipo y de la empresa.
Por eso, puedo
asegurar que el talento por sí solo es insuficiente e incluso con connotaciones
negativas, pues puede llegar a generar malestar dentro del clima organizativo
si éste no va acompañado de otros aspectos emocionales más vitales e
imprescindibles.
Este hecho se ve
gráficamente en los grandes equipos de fútbol, donde jugadores con grandes
aptitudes y habilidades no son capaces de sincronizarse entre sí, consiguiendo
ser derrotados por equipos inferiores aunque con una mayor colaboración de
todos sus jugadores.
La organización
deberá plantearse seriamente si desea apostar por individuos con un gran
talento personal pero con dificultades para interactuar y generar dinámicas de
interdependencia, o por el contrario, por personas ordinarias con capacidad
para sincronizar y aunar sus energías y conseguir acciones extraordinarias.
Es muy común que las personas que gozan de talento tengan un gran
coeficiente de inteligencia, lo que las hace en más de una ocasión exclusivas,
pero puede ocurrir que a veces tengan dificultades para integrarse dentro de la
dinámica y de la disciplina del trabajo en equipo, lo cual les reporta
animadversión y exclusiones dentro del círculo de personas con las que se
interrelacionan.
Si bien todos conocemos a personas con un
talento especial y extraordinario, el que suscribe apuesta por el espíritu de
colaboración y cooperación. Creo sin lugar a dudas en la sinergia y en la
máxima de que el poder colectivo supera
con creces al poder individual. Son muchas las personas que han llegado a
organizaciones con expectativas normales y que, tras integrarse e involucrarse,
han sido capaces de sobresalir y de dar lo mejor de ellas. Todos tenemos en el
fondo un gran talento y, aunque en muchas ocasiones éste permanece oculto
durante un tiempo, lo cierto es que está aguardando en el interior para aflorar
si se dan las circunstancias adecuadas.
Son muchas las organizaciones
y empresas de cazatalentos que tienen el objetivo de encontrar a esa persona
mágica que goce de un talento especial (y sin duda las hay) y que sea capaz de
transformar y modificar la organización con su varita mágica.
Los grandes
depredadores de la sabana africana no son los guepardos, animales dotados de
una habilidad especial para la carrera superando los 110km cuyo grado de
eficacia en la caza no supera el 30%; hay otros colectivos, como los perros
salvajes, cuyo nivel de eficiencia supera el 80%. En la empresa, en muchas
ocasiones nos quedamos sorprendidos y anonadados por la velocidad de los
guepardos sin pararnos a pensar que su eficacia es pobre cuando actúa en
solitario, dejando de valorar a otras personas que, a pesar de que no corren
demasiado y de que sus garras no son mortales, cuentan con una auténtica
fortaleza: la cooperación y la sinergia de sus fuerzas.
A veces me genera cierta tristeza cuando oigo hablar del talento
personal en las organizaciones, no porque no crea en él (tengo grandes amigos
con enormes capacidades), sino porque parece que sólo le ponemos énfasis a
aspectos individuales e individualistas y restándole importancia a las
sinergias que se pueden crear con el trabajo cooperativo, olvidándonos o quejándonos
posteriormente cuando el equipo no funciona bien. En muchas ocasiones en las organizaciones que crean talento aislado se
crean pequeños reinos de taifas donde no se es capaz de derrumbar las murallas,
provocando la incomunicación y el aislamiento.
Con todo ello quiero
manifestar que sí creo en el talento,
pero en el talento cooperativo e integrador, en ése que es capaz de ponerse al
servicio de los demás, en el talento colaborador que es capaz de generar
sinergias positivas dentro de la organización. Buscarlo, desarrollarlo y
potenciarlo es, sin lugar a dudas, una responsabilidad de todos.
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