viernes, 23 de julio de 2010

LA FELICACIA

El 23 de julio de 2010 el periódico Expansión&Empleo en su formato digital ha publicado un articulo mio que trata sobre la Felicacia y que ellos han titulado: "Los jefes no somos responsables de la felicidad personal del empleado"

Por motivos de espacio lo han tenido que reducir un poco, si quieres leer lo que ellos han publicado, pincha aquí y te llevara directamente al articulo publicado en su página.
Pero si prefieres leer el articulo completo y documentarte un poco más sobre este concepto te lo expongo a continuación en su totalidad con el título que original:

LA “FELICACIA”: EL NUEVO RETO DE LOS DIRECTIVOS


Quizás el lector de este artículo aún no haya oído hablar de la ”felicacia", aunque es posible que le suene agradable y familiar. Pero si lo piensa un poco detenidamente, seguro que puede llegar a intuirlo e incluso desmenuzarlo.

Este término es el nombre que le he puesto a la suma de FELICIDAD + EFICACIA= FELICACIA (Happicacy en inglés), del que considero que de una forma u otra se empezará a hablar cada vez con más fuerza en el seno de las organizaciones y dentro de los departamentos de Recursos Humanos.
Con bastante regularidad se ha contratado a los directivos por sus talentos, por sus capacidades y por su eficacia de cara a conseguir rentabilidades económicas o sociales en las organizaciones, tanto si son de carácter público o privado. En la mayoría de las ocasiones así ha sido, dado que en el ADN de las organizaciones empresariales queda patente la rentabilidad como principal objetivo. Ante este entorno, yo me pregunto: ¿y si hay algo más allá de esta realidad?.

Hasta el año 1492 existía una máxima impuesta por la mitología romana y donde se creía que Hércules había puesto dos columnas en el estrecho de Gibraltar que decían “Non Terrae Plus Ultra” (No existe tierra más allá) y que servían de aviso a los navegantes para intentar disuadirles sobre posibles aventuras o sueños más allá de esas columnas. Durante años esa creencia fue aceptada como verdad absoluta, hasta que un hombre como Cristóbal Colón desafió esa afirmación y llegó a descubrir un mundo nuevo.

Los tiempos actuales caracterizados por la crisis económica en la que estamos asumidos pueden servirnos a su vez como una llamada de atención para que nos cuestionemos si anteriormente estábamos en lo cierto o por lo contrario hay otros caminos que explorar u otros mundos que descubrir.

Quizás no esté escrito, pero sí es un criterio generalizado que los directivos deben de ser eficaces en su gestión. Ello les lleva en la mayoría de los casos a no prestar atención a temas superfluos e insignificantes como es preocuparse por el bienestar y la satisfacción de los empleados. Es muy probable que parte de la culpa de esta reflexión la tenga la enseñanza de las matemáticas, pues siempre se nos ha dicho que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, por lo que los responsables de las organizaciones siempre hemos entendido que lo más corto es lo mejor. En otro sentido práctico de las realidades de la vida observo cómo tanto en la navegación aérea como en la marítima, los barcos y aviones no siempre suelen elegir una línea recta entre dos destinos, sino que buscan alternativas donde puedan encontrar puertos, aeropuertos, líneas costeras o vientos favorables que puedan necesitar en caso de emergencia y de cara a una mejor navegación.

Hace años, en la década de los 60 y los 70, el objetivo era producir sin importar mucho la calidad del producto. Investigaciones y realidades posteriores demostraron que además de producir había que hacerlo con calidad, ya que ello daba una mayor satisfacción al cliente y un ahorro a la empresa.

Hoy en día nos encontramos en una nueva encrucijada. Necesitamos seguir siendo eficaces pero, complementariamente, los directivos, al igual que asumimos el reto de la calidad, debemos esforzarnos por crear ambientes que favorezcan la felicidad de las personas. Lo mejor de esto es que no son términos incompatibles, sino complementarios que se refuerzan mutuamente. En un artículo publicado por diario El País (Negocios) el domingo 5 de diciembre de 2004, Pág. 31, decía: “Las compañías que se preocupan por crear un buen entorno laboral y mantener a los empleados contentos y felices se comportan mejor en bolsa”.

Los nuevos tiempos en los que vivimos nos hacen pensar que las empresas y los directivos tenemos un nuevo compromiso, una nueva Responsabilidad para el Desarrollo Personal y la Felicidad de los Empleados (RDPFE).

Los jefes no somos responsables de la felicidad personal de cada empleado: cada uno es responsable de su propia felicidad. De hecho, es imposible hacer feliz a una persona que no pone de su parte, pero los directivos podemos convertirnos en un viento favorable que favorezca la navegación, que cree las circunstancias más adecuadas donde cada uno pueda aportar sus mejores frutos y potencialidades.

Multitud de estudios e investigaciones coinciden en revelar que el deseo más importante de todos los seres humanos (ya sea consciente o inconsciente) es ser feliz tanto en la vida personal como en la laboral o profesional y, desgraciadamente, este anhelo no siempre se ve cumplido en los ambientes laborales. De hecho, la mala relación con el jefe directo es uno de los problemas más serios de las organizaciones, siendo motivo de estrés y llevando a un deteriorado clima laboral que puede terminar en muchas ocasiones en abandonar o buscar otro puesto de trabajo. Aunque parezca paradójico, la mayoría de los trabajadores quieren sentirse identificados con su trabajo, quieren aportar y saber que su esfuerzo sirve para construir una empresa mejor. Esto les ayuda a dar sentido a su vida y a su esfuerzo, pero cuando sienten que no lo pueden conseguir, abandonan esa lucha y se hacen indiferentes.

He calculado que la vida media laboral para un ciudadano medio es de más 72.000 horas/vida. Para muchos, al no crearse las condiciones adecuadas, todas estas horas se convierten en un auténtico infierno por la virulenta relación generada especialmente entre directivos y subordinados, desaprovechándose el potencial y las capacidades que cada uno puede aportar, lo cual deriva en una frustración y en una baja productividad.

Me llama enormemente la atención que el hecho de no tener trabajo o estar en paro se convierta en estos momentos en el principal problema de los españoles, para que una vez que hayamos conseguido un contrato laboral sean las enfermedades emocionales (reales o fingidas) como depresiones, estrés, mobbing, burnout, etc. la segunda causa de baja laboral en España y el tercer grupo de enfermedades que más gasto genera a la seguridad social. Todo esto sin olvidar que quizás el gran sueño de los españoles en estos momentos sea jubilarse anticipadamente a la edad de los 50 o 60 años. Francamente, ante este panorama, algo estamos haciendo mal en las empresas. Con esa visión o perspectiva por parte de los empleados es difícil conseguir la implicación y la productividad en las organizaciones.

Creo que de alguna forma debemos reescribir y replantearnos el futuro, cuestionarnos los conocimientos que impartimos en nuestras Universidades y Escuelas de Negocios. Deberíamos empezar a preocuparnos por crear escenarios adecuados donde la gente pueda encontrar su propia autorrealización y felicidad en el marco laboral.

Debemos saber que los jefes somos los principales responsables de los climas laborales. Mi impresión y mi experiencia me dicen que en las organizaciones pequeñas y medianas es posible transformar totalmente el ambiente de trabajo en menos de un año, pudiendo pasar del cielo al infierno o viceversa. Todo depende de la calidad humana de aquellos que ostentan el poder en la empresa.

Creo que los directivos podemos ser como dioses en nuestras organizaciones, pues tenemos el poder, los medios y las posibilidades de crear las condiciones adecuadas, de posibilitar el crecimiento personal, de generar dinámicas que desarrollen el talento y la creatividad de nuestra gente con el fin de que todo ello incida positivamente en nuestras organizaciones.

Trabajar para la “felicacia” en una empresa no significa bajo ningún concepto que te tomen por un iluso y donde siempre haya que decir que sí ante cualquier demanda o petición de los empleados. Desarrollar este concepto no quiere decir que no se puedan contradecir los deseos o inquietudes de los subordinados; más bien, el “directivo felicaz” es aquel que desarrolla el talento de su gente y que cree en su potencial, es aquel que hace sentir la importancia que cada uno tiene en la organización y, aunque nadie es imprescindible, les hace sentir a todos que sin ellos la empresa perdería un gran valor.

Está demostrado en la ciencia de la educación que los niños más felices no son aquellos que han logrado tiranizar a sus padres y que son educados sin normas y sin reglas, no son aquellos que han conseguido que los padres no les reprendan por miedo a crear frustraciones, ni los niños que lo tienen todo incluso antes de desearlo. Pues bien, en el mundo empresarial pasa algo similar. No hay satisfacción ni crecimiento si no hay reto y los directivos debemos aprender a encontrar el equilibrio perfecto entre la consecución de los objetivos de la empresa y la conquista de la felicidad por parte de los empleados.

No quiero olvidar que la “felicacia” también tiene sus detractores. Normalmente son personas gobernadas por el lado racional, donde lo único tangible que son capaces de analizar es la cuenta de resultados. Suelen pensar que el mejor camino para llegar es la línea recta y que hay que hacerlo lo más rápido posible. En muchas ocasiones suelen ser personas que no dan importancia al lado emocional, a veces se sienten atrapadas por sus miedos e inseguridades, creen que navegar por los mares emocionales las hacen vulnerables e intentan protegerse con una armadura fría y calculadora, por eso suelen negar y anular el lado humano de las organizaciones creando en su entorno infiernos abominables de convivencia. Piensan que los trabajadores son ineptos y vagos, tienen la sensación de que su empresa ha contratado lo peor y lo más vago de la especie humana y creen que si la organización sobrevive es gracias al talento y capacidad de su persona, no siendo consciente de que él es el máximo responsable del clima laboral de su organización. Ante estos hechos y realidades suele fructificar lo peor del ser humano y lógicamente los frutos que se recogen son pobres y deficientes.

Trabajar y apostar por la “felicacia" debe considerarse como una gran inversión para las empresas. Eduardo Punset defiende en una de sus conferencias el siguiente postulado: “En los esquemas corporativos: la felicidad de los empleados debe figurar como objetivo”. Fomentar ambientes que favorezcan la felicidad en las organizaciones es como invertir en profundizar las raíces de un árbol. Ello permitirá superar con más facilidad los vientos tormentosos y aguantar más en épocas de sequía dado que nuestra organización se ha asentado profundamente y hemos conseguido involucrar a la gente con nuestra organización.

Hay que decir también que trabajar para la felicidad ignorando la eficacia sería por sí mismo autodestructivo, no sólo para la organización sino también para las personas, dado que al no centrarnos en los objetivos y retos de la empresa, todos perderían en esencia el secreto de sentirse importantes al no contribuir a crear y construir algo cada día mejor.

Quizás la pregunta que surja en estos momentos sea: ¿cómo empezar a trabajar la “felicacia” en mi organización? Ingrid Betancourt, secuestrada por la guerrilla colombiana cuando se encontraba en plena campaña hacia la presidencia de Colombia, dice en una de sus conferencias: “El verdadero cambio debe comenzar en cada uno de nosotros. Y a partir de la suma de los cambios individuales es que podremos construir un mundo mejor.” El primer paso, el más importante para crear felicacia en las organizaciones, es que los directivos luchen por conseguir su propia felicidad personal. La gente feliz quiere y desea que las personas de su entorno sean a su vez felices; por el contrario, las personas infelices crean entornos desdichados. Es necesario, pues, que los directivos se preocupen por su bienestar personal, dado que los frutos que obtenemos son aquellos que damos y que saborean los demás.

Cuando los directivos obtienen resultados, se les reconocen los triunfos, se les dice que son buenos gestores y ellos se sienten satisfechos, orgullosos de lo conseguido y quizás con un poco más de vanidad. Pero cuando los directivos son capaces de crear “felicacia” en sus organizaciones, se convierten en magos, el nivel de satisfacción personal les sube un peldaño más, pues saben que están rodeados de un gran equipo, y se sienten orgullosos al saber que los empleados también se sienten satisfechos. Son conscientes de que han compartido el éxito con toda su gente y que a su vez ellos han crecido como personas y como profesionales. En esos momentos eres consciente de que has contribuido a sacar lo mejor de las personas que te rodean, sabes que has ayudado a mejorar su felicidad y tú, como responsable de esa situación, te encuentras como si estuvieras “acariciando las mieles del cielo”.

Juan Carlos Maestro Arcos